Un lugar mágico, de una gran riqueza arquitectónica con el mejor ambiente en el centro colonial de la ciudad.
HISTORIETA DEL GRINGO Y LA GORDA
Llegué al Ecuador en el año 2012, luego de pasar alrededor de treinta años fuera de mi país y con el privilegio de haber trabajado en la industria del turismo junto a uno de los mejores chefs del mundo, Emeril Lagasse . Mi intención era la de relajarme y ver si existía la posibilidad de quedarme.
Encontré un país completamente nuevo, renovado, lo que inspiró en mí la opción de establecerme en el Ecuador, no solo con el fin de descansar, sino más bien para ser partícipe de un desarrollo visible.
Luego de 8 meses de reconocer el Ecuador a través de sus hermosas carreteras y paisajes naturales, comencé a inquietarme y ver las reales posibilidades de quedarme en mi país. Las ideas fueron transformándose y la decisión de hacer algo más que un negocio fue tomando forma, a pesar de que no deseaba involucrarme nuevamente en el mundo de la comida y el turismo, después de haber invertido tres décadas de mi vida en ello, decidí hacerlo, vi las fuentes invaluables de oportunidades en ambas ramas en mi ciudad. Comencé a indagar en opciones y por medio de una amiga muy querida que tenía un local de danza dentro del Pasaje Tovar con la que hablé acerca de mis proyectos, me sugirió la posibilidad de un sitio en el mismo Pasaje, a primera impresión me rehusé.
Afortunadamente y con la insistencia, mi visión de aquel lugar cambió, para mí fue un abrir de ojos y encanto, reviviendo recuerdos de mi juventud. Cuando repasé el espacio propuesto me encontré con un sitio oscuro y polvoso que en ese momento estaba destinado a bodega, a decir verdad el potencial del lugar me impresionó al encontrar un edificio encantador con una arquitectura colonial, una casa de casi 400 años, con un bello jardín interior adornado con una pileta de piedra, lleno de vida con ese encanto especial que esconde tras paredes antiguas Latacunga y claro, me enamoré del lugar.
Estaba algo descuidado e incluso medio olvidado, pero era un lugar hermoso, encantador, no podía creer que estuve antes aquí.
Durante todo este tiempo había estado buscando un lugar acogedor en donde tomar una taza de café con un quimbolito, una humita, con un buen servicio, sin tener que comprar para llevar, sino en su lugar disfrutar de un buen café además de un clima hermoso y una ciudad cargada de historia.
Sin más, me enamoré inmediatamente del sitio, de la remembranza de los recuerdos empolvados por el tiempo alejado de mi ciudad, supe lo que tenía que hacer y considerando mi conocimiento en el negocio de la comida además de la inquietud por un espacio diferente como el que buscaba en Latacunga, me decidí. El propósito era mantener la belleza arquitectónica colonial del lugar, innovando la imagen y adaptándola a las necesidades de una ciudad en crecimiento, sirviendo un producto netamente ecuatoriano de calidad, en un ambiente cálido y acogedor, con un servicio personalizado, cordial a precios justos en donde uno se pueda sentir en casa, y así ir incorporando este nuevo concepto en el Pasaje Tovar y su bello jardín, comprometiéndome así como parte de esta comunidad.
Nuestra comida representa una fusión de sánduches tipo PO BOY de New Orleans en donde viví por más de treinta años, hechos con productos locales y con toda la sazón ecuatoriana y con la ayuda invaluable de mi madre y de mi padre, que sin su apoyo diario no podría funcionar este negocio; ensaladas saludables bien proporcionadas que están teniendo una gran aceptación, tanto como una verdadera tablita de quesos, y lógicamente nuestro sabor criollo serrano, como las humitas, postres hechos en casa y el mejor café del mundo que sin duda es el ecuatoriano; además poder ofrecer vinos, cocteles y bebidas como complemento perfecto de las diferentes comidas en su momento.
A partir de esto el proyecto comenzó a tomar vida, con la plena ayuda de mis padres, amigos, familiares, caseros y vecinos, cada uno ha contribuido de una manera u otra para poder cristalizar esta nueva empresa, y al pasar los días, el profundo interés de la preservación del edificio e involucrándome personalmente de pequeñas maneras en tratar de apoyar esta hermosa ciudad.
Pues es así como nace este capítulo de nuestra historia, les esperamos con los brazos abiertos en este pequeño lugar, que con mucho cariño deseamos lo disfruten, de nuestros platos, nuestra hospitalidad y el buen café, compartiendo un momento agradable con buena música y sobre todo, con amigos.
El Gringo (Mauricio) les atenderé junto a todo el equipo de trabajo, y La Gorda (mi hermana Patricia) quien está próxima a llegar para integrarse a este proyecto junto con su familia y a quien debo la inspiración y apoyo, les damos la cordial BIENVENIDA…!
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